Europa prepara la prohibición definitiva del plomo de los cazadores que envenena la fauna y el agua.
La Comisión Europea ha encargado un estudio a la Agencia de Productos Químicos para elaborar nuevas restricciones al uso de este material por sus «riesgos para la salud y el medio ambiente». La ingestión de plomo mata unas 60.000 aves al año: las acuáticas ingieren perdigones confundidos con piedras; las rapaces se intoxican al cazar presas con restos de munición. Al final de cada temporada, los cazadores dejan detrás de ellos miles de toneladas de plomo en el suelo y el agua de los cotos. Los perdigones que no alcanzan su objetivo permanecen en el sustrato más de 300 años prolongando su efecto tóxico en la naturaleza. La Comisión Europea acaba de iniciar el proceso para erradicar ese material que utilizan los cazadores en su munición. El plomo es un metal pesado venenoso. Es especialmente dañino en los humedales. Y España luce alguna de las mayores concentraciones mundiales de perdigones por hectárea del mundo: en L’Albufera de Valencia y en algunas zonas del Delta del Ebro se han detectado 2,5 millones de perdigones por hectárea en los primeros 20 centímetros de sustrato, según el Ministerio de Medio Ambiente. Cada pieza cobrada requiere, de media, 100 gramos de munición. Unas 60.000 aves mueren al año intoxicadas por haber ingerido munición. Bruselas le ha encargado a la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) un informe para preparar nuevas restricciones sobre este metal. Tanto para su uso en humedales como en otros cazaderos ya que los cartuchos se emplean en toda la caza menor: perdices, codornices, conejos… También en las plomadas para pesca. La directriz del Ejecutivo comunitario es que la ECHA trabaje con «la visión de restringir su uso excepto si no puede demostrarse ningún riesgo». La organización cinegética Oficina Nacional de Caza ya ha reaccionado a lo que llama «nueva amenaza para el sector». Según su criterio, el plomo es el material más adecuado para la munición «en términos de sostenibilidad». Y aluden a un reciente simposio celebrado en noviembre de 2015 que concluyó que el «plomo de la munición no tiene efectos significativos en la salud humana y en el medio ambiente en comparación con otras formas de plomo». La organización del encuentro corrió a cuenta de la Asociación Europea de Productores de Munición Recreativa y Foro Mundial de Actividades de Disparo. El director del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos de Castilla-La Mancha (IREC), Rafael Mateo, no apoya ese análisis. Mateo explica que las concentraciones de plomo en humedales hacen que la «tasa de ingestión en algunas especies llegue al 70%» y que en variedades amenazadas como la malvasía cabeciblanca «el plumbismo sea una de sus principales causas de mortandad». Este pato buceador está en peligro de extinción. Para este investigador del CSIC, prescindir del plomo es «crucial» y, además, «iría en beneficio de la sostenibilidad de la caza si es ese el objetivo del sector». Mateo recuerda que en los humedales protegidos españoles ya está prohibido el plomo y que «el grado de cumplimiento es bueno». Suman 280.000 hectáreas en toda España. El problema, subraya, es que «esa legislación no se aplica a todo el humedal o que, directamente, hay muchas áreas que no se consideran humedal, como los arrozales». Y ahí el plomo vuela a mansalva. ¿Por qué tanta referencia a los humedales? Porque las aves acuáticas son las más sensibles a los restos de munición desperdigada en su hábitat. De hecho, muchas especies las comen confundiéndolas con piedras que necesitan para moler los granos que componen su dieta. Pero el daño no se queda ahí. Los estudios ya han demostrado que las rapaces están sufriendo los efectos del plomo. Se han descrito envenenamientos en 17 especies de aves de presa que se intoxican al comer animales con restos de munición en su carne. La lista de víctimas constatada por los científicos abarca variedades catalogadas oficialmente como vulnerables o en peligro de extinción como el águila imperial, el milano real, el buitre negro, el alimoche o el quebrantahuesos. El gremio cazador protesta y dice que «una prohibición general tendría un impacto negativo desproporcionado en la gran mayoría de los cazadores». Y luego añaden que «tendría una grave incidencia en empresas y puestos de trabajo». Suprimir el plomo no implica suprimir la caza. Los cartuchos con perdigones de acero se utilizan sin problema en los lances con aves acuáticas al ser disparados al aire. Este material presenta problemas en otros tipos de caza porque no se deforma y rebota en, por ejemplo, unas rocas. Un escollo para la seguridad ya que puede acarrear un accidente por un balín perdido. Sin embargo, existen alternativas a base de metales como el tungsteno o el bismuto. También está a salvo la caza mayor para la que existen balas de cobre con punta hueca. Impedir diseminar veneno plúmbico por el campo no es cercenar la caza. En ese aspecto, el investigador Rafael Mateo sí entiende que la reticencia tiene una base «industrial, porque el plomo les funciona bien y es barato».