El lobo regresa al desierto de Los Monegros.
El lobo ha vuelto al desierto de Los Monegros, donde se le atribuyen quince ataques a rebaños de ovejas desde mediados de marzo. “Hablábamos de perros cimarrones, no sabíamos qué estaba pasando, ha habido semanas de dos ataques”, explica José Luis Lasheras, ganadero de Farlete (Zaragoza) y responsable del sector del ovino de la organización agraria Uaga. Un sistema de fototrampeo instalado en la finca El Vedado, del Gobierno de Aragón, para el que ganaderos de la zona aportaron cámaras y las cinco ovejas que hicieron de cebo, confirmaron hace unos días la presencia de, al menos, un lobo en Los Monegros. “Probablemente se trata de un ejemplar joven que ha abandonado la manada y su presencia en Aragón sea circunstancial”, apuntan fuentes del Gobierno de Aragón, que insisten en que “nuestra prioridad es proteger el ganado” mientras confían en que el animal, presuntamente solitario, abandone pronto la zona. Desde principios de marzo se han detectado, además de los cuatro registrados en El Vedado, once ataques atribuidos al lobo en Monegrillo, Pina, Farlete (3), Leciñena (3) y San Mateo de Gállego (3) en los que han muerto cerca de 300 ovejas, casi la mitad de las cuales (130) perecieron asfixiadas y pisoteadas por sus compañeras de rebaño tras quedar atrapadas en un barranco de Sangarrén. “Dicen que sólo hay un lobo, pero no nos lo creemos, un animal solo no es capaz de esos ataques”, añade Lasheras, que destaca que a las muertes se les suman las pérdidas que generan los abortos en las ovejas preñadas. En el Departamento de Desarrollo Rural de la comunidad autónoma no descartan que haya más de un lobo, “aunque no hay pruebas fehacientes de eso”, mientras recuerdan que los rebaños pueden estar siendo atacados por otros depredadores como los zorros. Coinciden en esa apreciación con Jorge Echegaray, ambientólogo y uno de los principales expertos españoles en esta especie, que recuerda cómo tres de cada cuatro ataques a ganado atribuidos a los lobos en Catalunya habían sido cometidos por perros. “Las dos especies conviven en la mayoría de los ambientes”, anota. Los últimos avistamientos oficiales de lobos en la comunidad se remontan a 1999 y 2001 en Huesca y en Teruel. Sin embargo, tanto el censo realizado por el Icona a finales de los años 80 como en que elaboró el Ministerio de Medio Ambiente en 2014, lo mismo que el Atlas de Especies de 2007, señalaban a Aragón como una zona limítrofe con los asentamientos documentados en provincias como La Rioja, Soria y Guadalajara y cercana a los del Pirineo de Lleida. El lobo ha sido una especie de presencia habitual en Aragón: a principios del siglo pasado ocupaba la mitad occidental de la comunidad “En España hay censados cerca de 300 grupos de lobos con capacidad reproductora, por lo que, aunque se desconoce el número de individuos que los integran, estaríamos hablando de una población de 600 individuos con capacidad de reproducirse que ocupan una extensión de entre 91.000 y 100.000 kilómetros cuadrados”, explica Echegaray. El lobo, en cualquier caso, ha sido una especie de presencia habitual en Aragón. A principios del siglo pasado, cuando empezaba a ausentarse de las cuencas del Guadalquivir y el Ebro y de la fachada mediterránea, ocupaba la mitad occidental de la comunidad. Resistía en los años 40 en enclaves del Moncayo y los Pirineos, donde su presencia había sido estable durante décadas. A partir de los años 50, la especie quedó acantonada en la cordillera Cantábrica, las sierras de la mitad sur de Galicia y el noroeste de Portugal. No obstante, el Icona todavía localizaba grupos de este depredador en el suroeste de Zaragoza, en la confluencia con Guadalajara y Soria, en 1969. “A lo largo de esos años ha habido colonizaciones, reapariciones y extinciones en todas esas áreas, unos fenómenos que han sido más frecuentes en sus bordes”, explica. Así, el lobo ha desaparecido en las últimas décadas de las sierras extremeñas mientras ha reaparecido en el sur del Duero y resiste en la zona norte del Sistema Ibérico. “En Aragón lleva treinta años intentando asentarse pero sin lograrlo –sostiene-, algo que resulta extraño al tratarse de una zona con poblaciones de ungulados como el jabalí, el corzo o la cabra montés. No ha llegado porque le gusten las ovejas, ya que su dieta es preferentemente silvestre”. “El lobo ha llegado a Aragón por sí mismo”, destaca Echegaray, partidario de recuperar fórmulas de ganadería tradicional para que la actividad y la presencia del depredador puedan convivir. “El lobo es capaz de prosperar sin conflicto en ambientes naturales como los de Aragón siempre que el hombre haga lo posible por evitarlo mediante la vigilancia de pastores y mastines y encerrando el ganado de noche”, sostiene, mientras añade que “nunca va a haber plagas o superpoblaciones de lobos, osos o linces, son animales territoriales”. El ambientólogo está convencido de que el depredador ha llegado a Zaragoza desde el suroeste, por Guadalajara, “aunque lo más normal es que hubiera entrado por el norte, por el corredor de Navarra y Euskadi, o desde Soria”. En cualquier caso, se trata de una hipótesis. Un lobo es capaz de recorrer más de cien kilómetros en una noche”, y hay documentados itinerarios de 1.500 en un ejemplar con collar entre Alemania y Bielorrusia. Por otro lado, los asentados en el Pirineo catalán tienen su origen en las poblaciones de los Apeninos italianos, una de cuyas línea de expansión se dirigió a los Balcanes mientras la otra superó el Macizo Central francés tras colonizar los Alpes. Otra cosa es que esa expansión sea bien recibida. En el caso de España, 586 ejemplares fueron abatidos con el permiso de las Administraciones entre 2008 y 2013, mientras Castilla y León ha autorizado la muerte de otros 143 hasta 2019. Aunque no es ese el único freno a su expansión: “Más de 700 de las mil muertes de lobos documentadas en la Meseta se deben a causas ilegales”, señala Echegaray. “Esto no es tierra de lobos. Aquí la única caza que hay es el jabalí, que, además de plantarle cara, es capaz de ahuyentarlo. El único alimento que va a tener son las ovejas, y si no encuentra comida, va a ir a los cercados y a los corrales”, contrapone Lasheras, que reclama al Gobierno de Aragón un dispositivo como el del fototrampeo para controlar al depredador, sedarlo y trasladarlo. “El lobo no está protegido en Aragón, donde la especie no tiene un plan de protección ni de gestión, pero no se puede cazar porque lo protege la Directiva de Hábitats, por lo que la comunidad autónoma tendría que asumir todos los daños”, añade. La mayoría de los ganaderos tiene asegurados sus rebaños contra incidencias como los ataques de buitres en el campo (en el Pirineo catalán contratan pólizas que cubren al oso) y los de perros en los corrales, que resultan más mortíferos que los realizados en espacios abiertos al tender las ovejas a amontonarse, lo que causa numerosas muertes por asfixia y por aplastamiento. Esos contratos, no obstante, incluyen franquicias que dejan fuera hasta cinco ovejas y que, además, no cubren los fallecimientos que se producen unos días después de los incidentes ni las pérdidas por desaparición tras la rotura de cercados o pastores eléctricos (dispositivos para retener a los animales en el campo). En el Gobierno de Aragón, sin embargo, consideran que “tenemos que prepararnos por si esta es la primera llegada dentro de un proceso de expansión de la especie”, por lo que están estudiando medidas, algo que ya ocurrió hace unos años ante la expansión de los buitres y, en este caso por un proceso de repoblación artificial, con la introducción en el Pirineo catalán del oso. Dos de los 31 ejemplares de ese programa han sido avistados en ocasiones en el Alto Ésera y en el extremo oeste de La Jacetania. El Departamento de Desarrollo Rural y Sostenibilidad estudia comprar vallado especial y cederlo a las explotaciones, colocar pastores eléctricos, contar con la presencia de perros mastines y crear grupos de trabajo para hacer “un seguimiento de la situación en el plano socioeconómico, sobre la viabilidad de las ganaderías extensivas y en la protección de la biodiversidad”. Varios de los ataques registrados en Los Monegros se han producido sobre rebaños que pastaban de noche, sin vigilancia, en llanuras limitadas por pastores eléctricos. Eso también ocurría en el Pirineo catalán en las primeras fases de la reintroducción del oso, que ha acabado modificando las rutinas de los ganaderos y recuperando el uso de los mastines para proteger a la cabaña. Sin embargo, el cambio no es viable a corto plazo en Los Monegros. “Las ovejas apenas comen durante el día, y menos con este calor, por lo que hemos de aprovechar la noche para apacentarlas en el campo”, explica Lasheras, que llama la atención sobre el deterioro de los corrales diseminados por la comarca: “los hay con las paredes caídas y con los tejados rotos, y en algunos han robado las puertas. Eso facilita mucho los ataques”. Fuente: Publico (24-6-2017).