Aragón «debe prepararse», la Ribagorza va a recibir cada vez más osos.
En la Cordillera Pirenaica habitan actualmente un mínimo de 43 osos, dos de ellos se encuentran en la zona del Parque Natural de los Valles Occidentales, mientras que el resto se pasea por el Pirineo altoaragonés más oriental, el Valle de Arán y los montes vecinos de Francia. Los registros pertenecen al censo que elaboran anualmente instituciones y entidades de Navarra, Aragón, Cataluña, Francia y Andorra, en los que participa la Fundación Oso Pardo. Su presidente, Guillermo Palomero, ha afirmado que la comunidad de plantígrados «está creciendo, se reproduce con normalidad», y advierte de que si no se ponen medidas para facilitar la convivencia del oso y la ganadería extensiva, la provincia de Huesca «pronto tendrá problemas». El avistamiento de un ejemplar a finales de junio por un pastor de Castanesa podría ser el primero de muchos que llegarán después. «Esos osos que se han visto en la zona más próxima a Benasque en los últimos años vienen del Valle de Arán y del Pallars Sobirá (Lérida) y, en la medida que este núcleo crezca, como está ocurriendo, cada vez se verán más». «Hay que prepararse porque la Ribagorza va a recibir más visitas de osos, y alguno se acabará quedando», ha asegurado Palomero, quien apunta que esta comarca altoaragonesa es «un lugar de expansión evidente» para los plantígrados que vienen del Pirineo catalán. Por ello, insiste en la importancia de que Aragón implemente estrategias para prevenir los daños que conlleva la presencia del oso, como se está haciendo en la comarca leridana del Pallars Sobirá, donde se contabilizan no menos de 18 ejemplares. Un equipo de la Fundación Oso Pardo trabaja desde 2014 en esta región catalana desarrollando medidas de prevención dentro del marco del proyecto Piros Life, respaldado por la Unión Europea y coordinado por la Generalitat. Así, el año pasado, ha explicado el presidente, se realizaron cuatro grandes agrupamientos de rebaños de ovejas y uno de cabras, que sumaron cerca de 4.000 cabezas pertenecientes a catorce ganaderos. Los cinco agrupamientos tuvieron pastores y ayudantes de pastores, perros y vallados electrificados, y se instalaron o arreglaron cabañas y barracones para facilitar la vida en la alta montaña a los pastores. Además, se contrató a cuatro personas para supervisar si ocurrían incidentes con las vacas y caballos que pastaban libremente en los puertos de verano, y se protegieron con cercados electrificados 21 colmenas. Las medidas fueron capaces de aminorar los daños «de forma drástica», ha afirmado Palomero. Reconoce que «nunca se pueden evitar totalmente», pero sí reducir «una cantidad mínima y soportable para todo el mundo». En este sentido, los datos hablan por sí solos. Desde 2014 y hasta 2017 en el Pallars Sobirá solo se registraron 11 ataques de oso con unas pérdidas de 19 ovejas, 4 cabras y 4 colmenas. Es decir, entre 5 y 6 cabezas de ganado y una colmena de media al año. Además, ha añadido el presidente de la Fundación, «los daños fueron debidamente indemnizados». Por su parte, en Aragón, en el mismo periodo de tiempo y según las estadísticas de Oso Pardo, hubo 74 colmenas dañadas (todas en 2017) y 47 ovejas y cabras muertas, o sea, una media de unas 12 cabezas al año. Las medidas instaladas en el Pallars Sobirá «no tienen que ser las mismas que se pongan en marcha en el Pirineo aragonés. Habría que ver cómo se adapta a cada caso, pero básicamente el objetivo es proteger los rebaños». «Lo que no puede ser -ha proseguido Palomero- es que esa protección vaya a espaldas del ganadero, bastante tienen con los inconvenientes que les genera el oso y la intranquilidad que les supone la presencia de este animal». No obstante, se muestra convencido de que la convivencia del oso y el rebaño es «perfectamente compatible, solo hay que buscar la fórmula para minimizar los daños». «La ganadería extensiva es fundamental, no puede desaparecer, es la que mantiene los pastos de montaña limpios y genera biodiversidad, pero, de la misma manera, el oso es parte relevante de la biodiversidad de nuestras montañas. Son dos actores importantes que hay que mantener», ha subrayado, al tiempo que concluye que «guste o no, el oso va a seguir aquí, así que lo más práctico es intentar que no haya daños o sean los menos posibles». Ovejas y cabras, una fuente de proteínas Las incidencias entre la ganadería extensiva y el oso aumentan en primavera y verano. El motivo que hay detrás de este fenómeno tiene que ver con los hábitos de consumo del plantígrado, ha explicado el presidente de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero. A partir de marzo el sistema alimentario del oso empieza a requerir proteínas, por ello sale a la caza de pequeños animales. «Sobre todo en primavera y principios de verano necesitan proteínas y las encuentran en la carroña, en las crías de corzo o de rebeco y también en las ovejas y las cabras». Después, su organismo demanda azúcares, que encuentran en las bayas y frutas. En otoño, añade el experto, buscan castañas, bellotas y otro tipo de frutos secos «para engordar» de cara al invierno. El oso es omnívoro, «su alimentación es fundamentalmente de origen vegetal, pero no desdeña la de origen animal». Lo que sí es raro, advierte, es que ataque al ganado vacuno o al caballar, como ocurre con el oso Goiat en el Valle de Arán, cuyo comportamiento es «anómalo», ha afirmado.
Fuente: Diario del AltoAragón (31-7-2018)