El turismo tira de la agroindustria.
La gastronomía, la observación de aves y la bici de montaña han generado nuevos tipos de visitantes. El campanario de Aínsa es ideal para explorar el terreno circundante. Desde la parte más alta se dominan tanto la villa medieval como las edificaciones surgidas junto a los ríos Cinca y Ara a partir de los 60. Más allá, el Pirineo cierra el paisaje al norte, mientras que al sur, entre las sierras del Sobrarbe, brillan las aguas azules del embalse de Mediano. Y, bajo la torre de la iglesia, las casas apretadas de la localidad se abren al llegar a la plaza porticada, la imagen más difundida de la localidad, que desde el 2014 forma parte de la asociación de pueblos más bonitos de España. Pero Aínsa no se conforma con ser un lugar muy fotografiado, con la clásica estampa de la Peña Montañesa al fondo. Por ello hace todo lo posible para convertir el turismo que recibe en el impulsor de su economía. Situada en una comarca muy poco poblada y bastante envejecida, sus emprendedores vuelven a apostar por la agricultura y la ganadería tradicionales para fomentar el desarrollo, retener a la población y, además, ofrecer al visitante los frutos de su tierra. El objetivo es vender autenticidad y asegurar una forma duradera de vida a un municipio con 2.200 vecinos, 1.600 de ellos en la cabecera y el resto, en 29 pequeños núcleos repartidos por casi 300 kilómetros cuadrados. «Aquí casi todos vivimos del turismo, incluso los ganaderos y los agricultores, pues la mayor parte de lo que producen se destina a los hoteles y restaurantes de la zona», subraya el alcalde, Enrique Pueyo. Las granjas del término, por ejemplo, crían terneras autóctonas que se sacrifican en el matadero local y, tras pasar por las carnicerías, terminan en las mesas de los negocios de restauración. Quebrantahuesos Los despojos de las terneras, por otro lado, se emplean para alimentar a las aves necrófagas que abundan en esa parte del Prepirineo, lo que explica que el castillo de Aínsa sea la sede de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ). «Al comedero que hay a las afueras bajan todos los días en torno a 200 buitres», explica Óscar Díez, que trabaja en la FCQ. En el castillo, además, se exhiben aves rapaces que no pueden vivir en libertad, pues la sede de la fundación, situada en la torre del homenaje, está concebida como un ecomuseo. «Cada año, en torno a 15.000 personas, entre españoles y extranjeros, visitan la exposición», precisa Ortiz. Muchos de los interesados son escolares que participan en programas de educación ambiental, pero no faltan los aficionados a la ornitología, en particular británicos que, provistos de prismáticos, recorren los alrededores para avistar quebrantahuesos, alimoches, águilas reales y buitres. La recuperación de la ternera autóctona, obra de la Asociación Aragonesa de Criadores de Ganado Vacuno Pirenaico (Asapi), ha permitido que Aínsa controle toda la cadena económica, desde la producción hasta el consumo, pasando por la distribución. Y lo mismo se intenta conseguir con determinados productos agrícolas, como la manzana de montaña y las judías blancas. En este caso, otra asociación, Un Paso Atrás, trabaja con la cooperativa comarcal para recuperar tipos de semilla que casi se perdieron y que eran típicos del Sobrarbe. De esta forma está creciendo el turismo gastronómico. Pero la localidad ha apostado fuerte también por la bicicleta de montaña a raíz de la celebración en su término, en el año 2015, de una prueba de las Enduro World Series (EWS). El auge de este deporte, a su vez, ha propiciado la recuperación de antiguos caminos del Sobrarbe. Se ha reconstruido el empedrado de muchos de ellos y se han vuelto a levantar los muros que los flanquean. Inversión en hoteles «La combinación de aficionados a la BTT, a la gastronomía y a la ornitología ha generado distintos tipos de visitantes y un turismo diferente», señala Pueyo, que subraya que esta diversificación es buena para la zona. Por otro lado, la capital del Sobrarbe se beneficia de la cercanía del Parque Nacional de Ordesa, del túnel fronterizo de Bielsa y de la reciente apertura de una carretera entre Sabiñánigo y Fiscal. Ese cúmulo de factores explica que Aínsa posea en torno a 10.000 plazas turísticas en todo tipo de alojamientos, ya sean hoteles, campings o viviendas de turismo rural, modalidad que constituye la primera fuente de ingresos de la población. Y también que, pese a la crisis económica, la inversión en hoteles haya crecido en torno a un 50% en los últimos años. Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com